Indagación, el arte de hacer preguntas
Aunque indagar para muchos sea preguntar, es cierto que hay muchas otras formas de indagar sin recurrir a la pregunta.
De hecho a veces hacemos preguntas para las que no esperamos respuesta:
preguntas retóricas como por ejemplo «¿tu de que vas?», no tengo un interés especial en saberlo, estoy haciendo saber que no me gusta cómo actúa. Otro ejemplo sería «¿porqué me pasa esto a mi?» no busco una explicación de porqué sino que estoy expresando mi disgusto. O cuando estamos comiendo y nos dicen «que aproveche» a lo que respondemos «¿si gustas?» y seguimos comiendo. No esperamos que nos digan sí o no. Es un tema educacional. Si nos dijeran «vale», pensaríamos «que cara!».
Hacemos muchas veces preguntas sin la intención de obtener respuesta o de mejorar nuestra escucha del otro. En el fondo aunque preguntamos, no estamos indagando.
La indagación a menudo no requiere preguntas, podemos decir «entonces….» animando a la otra persona para que continúe su relato, o «y..» de nuevo permitiendo al otro extenderse en su explicación.
Nuestra corporalidad también es un factor importante para la indagación, mostrando interés, siguiendo la mirada, asintiendo con la cabeza, situándonos en su estado emocional…..
En cualquier caso si queremos mejorar nuestra capacidad de indagar, sería interesante aprender a preguntar o guardar silencio y, saber que es lo que podemos obtener utilizando un tipo u otro de preguntas (más adelante hablaremos de los silencios en coaching).
En otro post hacía referencia a las poderosas en coaching, sin embargo mi intención en este momento es intentar dar un enfoque un poco más global a lo que podría ser una sesión.
Podemos hacer preguntas para conocer el contexto: información general, sobre los distintos entornos, situaciones o personas. Cuando una persona viene con un problema a resolver, de alguna forma tenemos que encuadrar la situación.
Es como cuando vamos al médico por primera vez y lo primero que hace es tomar los datos de nombre, apellidos, edad etc.
A partir de ahí comenzará el enfoque hacia la dificultad que la persona trae. Las preguntas están orientadas a obtener información más concreta y surgen a partir del relato de la otra persona. Ello implica por nuestra parte estar relajados y no resultar expeditivos, pero atentos.
Tenemos la ventaja de ser un observador diferente de nuestro interlocutor. Lo que para él es obvio para nosotros es un motivo para continuar indagando, investigando. Para entender la forma en que el otro ve las cosas, podemos pedirle que nos de ejemplos de situaciones reales en las que surge su dificultad. Preguntar sobre lo que hizo, como se sintió, que le dijeron otras personas,….
Continuaríamos indagando buscando otros entornos en los que pueda surgir la misma dificultad. Si la dificultad era en el entorno laboral, podemos preguntar si ocurre en la familia, o con los amigos.
Tras la indagación puede que nos encontremos en «punto muerto». Creemos que entendemos su forma de ver el tema, entorno, emoción pero, nos falta una «algo» para que «todo» encaje.
Quizá es el momento de parar y permitirnos ese espacio para encontrar la pieza que nos falta. La clave que nos ayude a ofrecerle una posibilidad de ver diferente aquella dificultad que nos presentó, y que le sirva?.