Cuando somos pequeños, las creencias son automáticas: «para ser bueno», «para que me quieran», hay que ser obediente, no llorar,… Y otras muchas. Cuando crecemos, algunas de estas creencias se quedan en nuestra mente y actuamos basándonos en ellas.
La personas que llegan a un proceso de coaching suelen traer creencias periféricas: «falta de confianza», «controlador», «desorganizado», etc.
En general, podemos mejorar la periferia, sin embargo, para acceder a las creencias nucleares, puede ser necesario un observador externo.
Con el coaching buscamos encontrar la coherencia entre lo que ocurre en la superficie y lo que sucede a nivel más profundo.
Una mala relación con el jefe, marido, profesor, etc., puede tener relación con una creencia relacionada con la autoridad.
Cuando alguien dice: «necesito organizarme mejor» quizá lo que está transmitiendo es su dificultad para poner límites, para decir «no». En este caso la creencia nuclear sería «tienes que ser servicial» y por tanto, no puedes negarte a lo que te pidan, o no pidas lo que necesitas, cero peticiones.
En búsqueda de esas creencias nucleares, el coach indaga en la emoción, en los hechos que han llevado a la persona a esa emoción. Haciendo preguntas para la posibilidad de cambiar las opiniones respecto a lo que pasó y de este modo, transformar un problema en un «objetivo» de cambio.
Ejemplo de algunas creencias nucleares:
– A mi nadie me dice lo que tengo que hacer
– Cuanto más te ocupas de los demás y menos egoista eres, más te quieren.
– Cuantos menos conflictos haya, mejor.
– El deber es más importante que el placer.
– El éxito profesional es lo más importante.
– La debilidad es un defecto.
– La rutina es lo peor del mundo
– Las cosas buenas que me pasan son por el azar o la casualidad
– Me quieren por lo que hago no por lo que soy.
¿Te identificas con alguna de ellas?
Puedes crear tu propio mensaje positivo…